Eficacia, logro, contribución, resultados o
creación de valor son conceptos diferentes que vienen a significar algo similar
con una semántica variada: un rasgo esencial del directivo de las
organizaciones de nuestra era.
Un directivo mide su eficacia directiva y ejecutiva
por la contribución que realiza.
Eficacia y dirección se complican: la eficacia se
revela a sí misma como crucial para el autodesarrollo de la persona, el
desarrollo de la organización y la realización y viabilidad de la sociedad.
Peter Drucker distingue entre eficacia y
eficiencia, definiendo la primera como conseguir «hacer las cosas correctas», mientras que la segunda estriba en «hacer las cosas correctamente»:
racionalidad de objetivos y fines
versus racionalidad administrativa centrada en los medios.
¿Por qué desarrollar una conducta directiva eficaz
se torna a menudo una tarea ardua, casi titánica, al alcance sólo de voluntades
extraordinarias? Una etiología modesta nos indicaría varias razones…
Flujo de los acontecimientos, que a menudo distraen
del problema real, empuja e impone las soluciones, sin dejar al directivo la
ocasión de aplicar los criterios y las políticas empresariales acordes con su
estrategia;
Curiosamente la presión a concentrarse en lo que
pasa dentro, que constituye el poderoso reino de lo inmediato para el
directivo, crece a medida que se progresa. El único antídoto, la voluntad firme
de acceder al exterior. Una vez allí, hay que distinguir qué es lo relevante. Las decisiones más difíciles y más
importantes no son qué hacer, sino qué abandonar por no merecer ya la pena.
Acertar en los remedios para contrarrestar estas
presiones no es tarea trivial. Por virtud de la operatividad de su
conocimiento, la empresa será eficaz y eficiente en la ejecución de sus
políticas y en la consiguiente obtención de los resultados.
La mejor tarea del directivo eficaz radica en fijar
pautas. La eficacia, como las virtudes, se adquiere mediante el ejercicio
previo de lo que hay que hacer. Después de haberlo aprendido, lo aprendemos
haciéndolo. La paradoja es sólo aparente.
El directivo eficaz es aquel que convierte las
fortalezas de las personas y de la organización en productivas y procura hacer
irrelevantes sus debilidades. Hay que
tolerar la debilidad para obtener la fortaleza. No existen personas capaces
en general, sino en tareas concretas. Hay que dirigirlas para que ahí lleguen a
la excelencia.
La eficacia exige la concentración y huye de la
dispersión. La determinación de las prioridades supone decidir con fortaleza
porque hay que primar el futuro sobre el pasado, la oportunidad sobre los
problemas, lo real sobre lo inmediato y lo importante sobre lo urgente. Decidir es imponer al tiempo las
prioridades, y eso siempre supone correr riesgos. La dirección y el
liderazgo entrañan esta responsabilidad y otra aún mucho mayor: la formación y
el desarrollo de personas.
"Donde
hay una empresa de éxito, alguien tomó alguna vez una decisión valiente." Peter
Drucker
D2.
Cuenta con nosotros! De a dos… Es más
fácil!!!