jueves, 19 de diciembre de 2013

La gestión de las emociones en el trabajo y sus efectos en los resultados.


La literatura actual muestra que el afecto importa porque los individuos no son islas emocionales aisladas; cuando los trabajadores acuden al trabajo, también llevan consigo sus rasgos, estado de humor y emociones; sus experiencias y expresiones afectivas afectan a los demás.

En los últimos años ha tenido lugar una “revolución afectiva” a medida que los académicos y también directivos se han dado cuenta de que las emociones de los empleados forman parte de lo que ocurre en una organización. “Al acudir al trabajo los empleados también llevan consigo sus emociones. Los sentimientos determinan los resultados. Determinan el comportamiento y otros sentimientos. Hay que pensar en la gente como conductores de emociones”.

Se consideran tres tipos diferentes de sentimientos:

Emociones puntuales de corto plazo, como la alegría, la ira, el miedo y la indignación.

Estados de humor, que son sentimientos que perduran algo más y no están necesariamente relacionados con una causa particular. Por ejemplo, una persona puede estar de buen o de mal humor.

Rasgos de la personalidad, que definen el enfoque general de una persona ante la vida. “Siempre es tan alegre”, o “Siempre mira el lado negativo”.

Estos tres tipos de sentimientos pueden ser contagiosos, y las emociones no tienen por qué ser especialmente intensas u obvias para producir un impacto. Demostraciones sutiles de las emociones, como fruncir rápidamente el ceño, también pueden tener efectos.

Como ejemplo: “Pongamos por caso que tu jefe está por norma general de buen humor, pero un día lo ves en una reunión y ves que su mirada es diferente. Aunque no cruces de nuevo la mirada con él durante el resto de la reunión, sus ojos te han desvelado información valiosa que te va a tener preocupado y descentrado el resto de la reunión”.

Aunque algunas personas son mejores que otras en el control de sus emociones, eso no significa que sus compañeros de trabajo no se den cuenta de sus estados de ánimo. “Tal vez pienses que no estás mostrando tus emociones, pero probablemente lo haces a través de tus expresiones faciales o lenguaje corporal. Emociones que incluso no seamos conscientes de que estamos sintiendo pueden influir sobre nuestros pensamientos y comportamiento”.

La inteligencia emocional –un término familiar en psicología y educación-, se incorpora también a los círculos empresariales. Las escuelas de negocios están enseñando a los ejecutivos cómo ser emocionalmente inteligentes y cómo gestionar las emociones de sus empleados.

“La idea detrás de la inteligencia emocional en el lugar de trabajo es que se trata de una habilidad a través de la cual los empleados consideran a las emociones datos valiosos para resolver una situación.” Pongamos por caso que a un jefe de ventas se le ocurre una idea estupenda que incrementará los ingresos corporativos en un 200%, pero sabe que su superior suele ser por las mañanas una persona irritable y de mal humor. Tener inteligencia emocional implica que este jefe de ventas en primer lugar reconozca y considere esta particularidad emocional de su superior. A pesar de lo maravillosa que sea su idea –y su propia exaltación-, tendrá que regular sus emociones, controlar su entusiasmo y esperar hasta la tarde para dirigirse a su superior

Las investigaciones sugieren que la gente positiva suele obtener mejores resultados en el lugar de trabajo, y no es simplemente porque caigan mejor que los pesimistas. “La gente positiva procesa cognitivamente de manera más eficiente y más apropiada. Si estás de mal humor, gran parte del esfuerzo realizado se desperdicia en tu estado de ánimo. Si estás de buen humor, estás más abierto a asimilar información y gestionarla de manera efectiva”.